Crecer es muchas cosas, como por ejemplo, entender que ahora hay que planear, entender que lo que queremos requiere de un proceso y que no todo va a estar servido sobre la mesa para nosotras.
Encontrándome con esta idea de que hay que planear, me he dado cuenta de que hay muchas formas de lograr hacer las cosas que uno quiere hacer, yo todavía no tengo identificado el método que me funciona, pero sí identifico un patrón que se ve así:
Lo primero es definir qué es esa cosa que quiero hacer, y luego empieza el proceso de trazar el plan. Fijo una fecha en donde esta cosa ya va a estar lista, hecha, completada, lograda y terminada. Después, desde la fecha final, empiezo a caminar hacia atrás en el calendario, voy dejando migas de pan en los sitios por donde tengo que pasar, y voy fijando nuevos -pequeños- objetivos. Escribo cuáles son las tareas que tengo que hacer, a dónde me llevará cada paso, en qué dirección camino, cómo voy a dar los pasos, ¿derecha izquierda o izquierda derecha? ¿Dónde está el puente para cruzar el río? ¿Qué animales acechan mi propósito? ¿Cómo lucho con ellos? [inserte aquí muchas otras preguntas que una se hace] Cuando todas esas preguntas están hechas, y todos los puntos que unen el camino están puestos en su lugar, ya solo queda unir los puntos, la parte más divertida y orgánica.
Ahí, empiezo a andar por ese camino, el camino trazado tan ordenada y perfectamente que OBVIO no va a fallar y no se va a desviar ni un solo centímetro, ese camino que está a mi favor siempre, pavimentado, techado, luminoso, hecho a mi medida. Después de dar algunos pasos, nunca se sabe cuántos, empiezan a pasar las cosas que claro que iban a pasar y yo no preví -o no quise prever porque la abundancia está de mi lado-. Resulta que en el camino hay más animales de los que pensé, no traje agua y faltan 3 días para llegar a la cascada que me puede hidratar, resulta que el calzado que estoy usando no es el que necesito para este tipo de terreno, hay una parte del bosque que solo puedo atravesar si voy en compañía de alguien que conoce el territorio, los días de lluvia es mejor caminarlos lento y estamos en época de invierno, el camino se pierde con las hojas y troncos que han caído sobre él y un sinfín de imprevistos, que me alejan cada vez más del objetivo y van generando en mi cuerpo un vacío. Una sensación muy incómoda que empieza en la boca de mi estómago me va invadiendo, sube y me llena la cabeza de sangre, siento como mi cara se pone roja, siento la cabeza pesada y, entonces, llega mi amiga, esa que conozco desde que era chiquita, que aparece y desaparece periódicamente y que nunca he sabido tratar muy bien: la famosísima FRUSTRACIÓN.
Le digo amiga porque quiero tolerarla más, quiero poder darle la bienvenida cada que quiera entrar en mi casa, quiero poderla abrazar y entenderla, quiero que se vuelva muy conocida y cómoda para que un día deje de ser visible y se vuelva paisaje, que se desvanezca poco a poco con el tiempo para que ya no se tenga que llamar frustración sino un paso más para llegar a mi objetivo.