Las muertes simbólicas.

Esta semana me dí cuenta de una realidad, me estoy muriendo, y probablemente tú también. Pero esta no es una muerte cualquiera, sino una muerte simbólica, lo que significa que hay pedazos de mi ser que se están transformando y abandonando la forma en la que habían estado durante mucho tiempo, para darle paso a una nueva estructura que aún desconozco. 

La muerte ha llegado sin previo aviso y como una visita imprevista, tenía pocas ganas de recibirla. Este tiempo se ha sentido como un huracán que arrasa con todo a su paso, se han caído ideales, expectativas y sueños que me sostenían. La muerte ha llegado para recordarme que, por más que yo quiera, no puedo tener el control de toda mi vida, sino que debo aprender a morir. Sí, leíste bien, si aprendo a morir, es probable que la tristeza, el dolor y la incertidumbre que siento sean más amigables y fáciles de aceptar. 

Tal vez podrás pensar – que persona tan exagerada–, pero la verdad es que cuando las emociones irrumpen en la consciencia, nos recuerdan cuánta fuerza tienen y nos hacen un llamado de humildad para no creernos súper-humanos que pueden con todo. Desde que nacemos estamos muriendo, todos los días caminamos hacia la muerte física y por ende, vamos transitando muchas pequeñas muertes simbólicas que nos dan cuenta de la transformación de nuestra consciencia.

La primera gran muerte que experimentamos como seres humanos, es abandonar el vientre materno para salir a respirar por nuestros propios medios y aprender a vivir como seres independientes, dejamos el lugar de bebés para convertirnos en pequeñas niñas que juegan y se divierten. Llega el turno de la adolescencia, en donde avanzamos hacia la adultez, sin todavía sentirnos adultos de verdad. Una vez más, la vida nos pide que nos movilicemos y nos lleva a la universidad, el trabajo, la familia, los hijos, los proyectos, etc. Así hasta que llegamos a la vejez y entramos en el ocaso, preparándonos para la muerte. Cada ciclo marca un inicio y un fín, en cada uno debemos aprender a morir. Aquí está el gran problema, nunca nos han enseñado a morir. 

La muerte genera sensaciones ambivalentes, incluso me atrevería a decir que la gran mayoría de las personas, le tenemos miedo a la muerte. Ha sido tema tabú y del que poco se habla. Aunque si aprendemos a hacerlo natural y cotidiano, podríamos observar cómo la vida y la muerte se entretejen todo el tiempo. A veces la vida se siente muy vívidamente, así como otras veces, la muerte se siente muy intensa y dolorosa. Algunas veces estamos arriba y otras, abajo. La clave está en aprender a bailar al ritmo de la vida y la muerte.

Así que yo quiero invitarte a que te des cuenta de las pequeñas y las grandes muertes que hayas experimentado en tu vida. Y que hagas un inventario de los momentos en los que te hayas sentido más viva. Intenta hacer las paces con la idea de la muerte, porque hacernos amigos de ella, es aceptar con humildad la ley de la impermanencia, en donde nada permanece exactamente igual por la eternidad.

Permite que la vida se transforme, no te resistas y disfruta de lo incierto. A veces por aferrarte a lo conocido, te pierdes del baile de la vida. Para aprender a vivir, debemos aprender a morir. 

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