La palabra conversar viene del latín, conversari y significa “vivir, dar vueltas en compañía”. A partir de esa definición vuelve a la pregunta del inicio. ¿Recuerdas una conversación que te hizo sentir viva o te dejó pensando durante un largo rato?
Yo si, fue hace apenas dos días. Me senté con un amigo a conversar, con atención plena, escucha activa y corazón abierto. Son de esas conversaciones en las que el tiempo se detiene un poco y lo único que realmente importa es la palabra que se va tejiendo.
Siento que he perdido la capacidad para conversar profundamente, a veces me cuesta conectar con el mundo del otro. Sin embargo, esta conversación me recordó la importancia de conversari con buena compañía sin afán de llegar a una conclusión o punto específico. En la conversación se habita el tiempo del no saber, del entre-mundos o entre-lineas.
Una conversación es como un tejido, cada palabra es una puntada que poco a poco va tomando forma y luego se genera un diálogo. No con todas las personas podemos llegar a tejer un diálogo. Muchas veces me encuentro hablando sin sentido, riendo cuando ni siquiera me parece divertido lo que acaban de decir o simplemente hablando como si sintiera que tengo que llenar los espacios con palabras innecesarias. Así que aquí quiero compartirte mi reflexión, porque siento que aprender a conversar es un arte, uno que necesito rescatar del baúl de las cosas olvidadas en este mundo que parece que va tan rápido y no me permite tomar tiempo para detenerme. (y tal vez tu también lo necesites)
Para poder conversar hay que saber hacerse amiga del silencio, aprender a callar y poder frenar el impulso de querer responder inmediatamente. Evitar completamente la frase “a mi me pasó lo mismo”, porque ahí muere toda posibilidad de escuchar el mundo del otro y comprender la experiencia subjetiva.
Primero hay que tejer puentes para acercarse, lentamente crear un vínculo, pero sin afán, aquí no hay un reloj que mida el tiempo, solo el deseo de conectar. (Spoiler Alert, construir vínculos es la mejor forma de cuidar el corazón: el propio y el de los demás.)
Una vez está el vínculo establecido podemos adentrarnos en el mundo del otro y el otro puede adentrarse en el nuestro.
Cada mundo es así, tan grande como la palabra. Imagínate el mundo de una persona como un planeta tierra, con continentes, islas, mares, territorios inexplorados y cuando vas a entrar a ese mundo debes entrar con respeto. Tratando de observar primero, luego interactuar y al final procurar comprender. No vamos al mundo del otro a juzgar. Si es así, mejor no vamos. Vamos al mundo del otro para poder amplificar nuestra propia mirada y lograr transformaciones conjuntas.
Las conversaciones son como ventanas que nos abren la posibilidad de mirar más de cerca un área de la vida de una amiga, un amigo o simplemente un ser humano.
Así como también cuando yo soy capaz de abrirme a la conversación profunda y vulnerable con el otro, este puede conocer y observar desde una perspectiva lo que es mi universo.
Las conversaciones son formas de perder el miedo al encuentro con lo desconocido.
Creo que hoy cada vez conversamos menos porque tenemos miedo de que nuestras “ideas” rígidas de nosotras mismas, de las relaciones, de las ideologías o de cualquier tema, se nos caiga del pedestal en el que los tenemos. Lo que no vemos, es que corremos el peligro de quedarnos atrapadas en islas muy solitarias si no somos capaces de conversar.
En mi práctica como psicóloga lo veo diariamente, las personas cada vez se sienten más solas, aunque vivamos a un mensaje de distancia. Los memes, los reels y los stickers están despojando la conversación del lugar principal en las relaciones. Por esto en el mundo en donde las conversaciones parecen intercambios vacíos, nuestra invitación es a escuchar con un corazón abierto el mundo del otro, buscar conversaciones que rompan paradigmas y atreverse a conocer territorios desconocidos.
La conversación con mi amigo dio vueltas y vueltas acerca de lo que nos alejaba y también de lo que nos hacía sentir cercanos, porque al final compartimos la experiencia de humanidad. Tener amigos y amigas que nos movilicen y que nos ayudan a transformarnos a través de las conversaciones es un verdadero privilegio.