Un animal civilizado

A veces parece que cada paso hacia lo que hoy llamamos civilización fue un paso para alejarnos de la naturaleza. Nos volvimos seres pensantes, racionales, civilizados, ordenados, miembros de una sociedad estructurada y lógica, nos volvimos visionarios, empresarios, creamos la bolsa, excel, el internet y la tecnología que permite que hoy seamos esta sociedad ordenada y armónica, obedecimos a las reglas del tiempo, a la modernidad y la posmodernidad, vamos en línea recta hacia arriba, somos impredecibles y nuestra única certeza es que somos la especie más poderosa del reino animal, o tal vez de todos los reinos. 

Reemplazamos las estructuras de madera de nuestras casas por varillas de hierro tejidas entre sí, para posteriormente ser cubiertas con concreto y crear estructuras durables y resistentes. Reemplazamos las pieles de animales que servían de cobijo y de albergue con otras fibras que se han desarrollado para ser sintéticas, más baratas y desechables. Reemplazamos las historias alrededor de una fogata con storytimes en reels y tiktoks que podemos reproducir en 2x para no perder tanto tiempo escuchando cosas sin importancia. Reemplazamos las recetas de las abuelas y los alimentos de la huerta con domicilios de comida ultra procesada que con un poco más de plata pueden llegar en 15 minutos a tu casa y vienen en envases desechables para que no tengas que lavar. Estamos reemplazando las experiencias reales que suscitan emociones y sentimientos a través de procesos físicos en el cuerpo, por experiencias inmersivas y de realidad virtual en donde cada cosa está milimétricamente diseñada para controlar lo que debes sentir y para implantarnos un set de emociones preestablecidas según la experiencia. 

Hace millones de años fuimos animales. Ahora también somos animales pero no queremos verlo, somos seres muy superiores a esa condición donde prima el instinto y el espíritu salvaje. Ahora somos seres organizados en una sola estructura que cobija y rige a todos los individuos de una sola especie. 

Cuando tenía alrededor de 12 años mi hermano me dijo que yo era un animal. Como hacía siempre con todo lo que venía de mi hermano, cogí esa información con cautela y duda, la revisé de arriba a abajo y luego de un análisis exhaustivo, el que se le puede pedir a una niña de 12 años, mi conclusión fue: esto es un insulto, mi hermano quiere insultarme. Me puse furiosa. Mi cuerpo negó esa afirmación con cada una de sus células. N-o s-o-y u-n a-n-i-m-a-l, soy una niña. 

Creería yo, sin saberlo, que las niñas y los niños pueden estar más cerca del instinto, que los seres humanos adultos que ya han sido adoctrinados y encasillados perfectamente en el sistema. Por eso ahora, a mis 27 años, pienso en ese momento y me genera curiosidad en qué punto de la vida, los seres humanos empezamos a ser conscientes de nuestra supuesta superioridad frente a los animales y al resto de seres que componen eso que llamamos naturaleza, ignorando además que nosotros somos naturaleza. ¿Cómo una niña llega a tener, instaurada en su cabeza, la idea de que no puede ser un animal porque eso sería inferior a su identidad?

Diría que no sé lo que se siente ser un animal, pero claro que lo sé, he sido un animal desde siempre. Seguramente mi capacidad de razonar le ha jugado un poco en contra a mi instinto de animal, seguramente mi ambición me ha cegado y me ha imposibilitado someterme ante la belleza de un “todo” del que hago parte, seguramente mi desconexión con mi naturaleza me ha hecho caminar miles de pasos en dirección contraria a la esencia de mi existencia, pero eso no hace que me pueda despojar de lo que soy: un animal.

Tengo claro que hay batallas que no se pueden dar, que mucha de nuestra evolución como especie es valiosísima y se ha dado de forma natural, hay caminos en reversa que no puedo transitar, pero creo que nunca sobra volver la vista atrás, con respeto y devoción, para recuperar el contacto con la esencia de nuestra naturaleza. Este escrito es una invitación a vernos a nosotras mismas como lo que somos: animales pensantes, pequeñas partículas del universo con una gran virtud y ventaja: una mente que nos permite pensar e hilar ideas, contar historias y observar lo que nos rodea. Mi apuesta el día de hoy, es que logremos usar esa mente para disolver el delirio de grandeza que nos hemos instaurado y esforzarnos un poco para vivir más como los animales que somos.

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